TRATAMIENTO COGNITIVO-CONDUCTUAL EN LAS DISTINTAS FASES DEL ALZHEIMER

administrador 3 de octubre de 2018 0 Comentarios
Resulta, por tanto, crucial el tratamiento no sólo paliativo sino preventivo ante sus primeros síntomas con el fin de favorecer el mantenimiento del estado físico y psíquico del enfermo y su estimulación constante para potenciar, en la medida de lo posible, su calidad de vida y mantenimiento biopsicosocial general.

 

1. Afrontamiento multidisciplinar de la enfermedad de Alzheimer

Definimos el Alzheimer como una enfermedad neurodegenerativa que afecta y merma progresivamente las funciones básicas del individuo (esto es, las capacidades mentales, físicas y funcionales) con especial incidencia en un primer momento en los componentes cognitivos y conductuales de la persona afecta.

Según el estudio Eurodem (Euro-demencia) la enfermedad de Alzheimer afecta a 5 millones de personas en Europa, con una prevalencia del 6,4% (5,5% en el caso de nuestro País). Además, según apunta este mismo informe,  constituye la tercera enfermedad en costes sociales y económicos en los países desarrollados.

Resulta, por tanto, crucial el tratamiento no sólo paliativo sino preventivo ante sus primeros síntomas con el fin de favorecer el mantenimiento del estado físico y psíquico del enfermo y su estimulación constante para potenciar, en la medida de lo posible, su calidad de vida y mantenimiento biopsicosocial general.

Así pues, el tratamiento de un enfermo de Alzheimer puede (y debe) afrontarse considerando las fases claves de la enfermedad (inicial, moderada y grave)  y desde distintas aproximaciones interdisciplinares (es decir, desde la perspectiva psicológica, médica, física y funcional). En este sentido resulta adecuado contar con la ayuda de un equipo especializado que en su plantilla incluya distintos profesionales del ámbito sanitario como son: terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, psicólogos, trabajadores sociales y médicos (entre otros).

A nivel psicológico, el tratamiento del Alzheimer se entiende como una aproximación no farmacológica a la enfermedad y las técnicas y estrategias empleadas para su afrontamiento varían en función de la sintomatología  desarrollada por el paciente en cada fase de la enfermedad. A continuación se detallarán los cuadros patológicos y estrategias terapéuticas más relevantes de cada estadio del trastorno.

2. Tratamiento cognitivo-conductual en las distintas fases del Alzheimer

En las fases iniciales de la enfermedad, momento en la que los síntomas más evidentes son de carácter mnésico y conductual, el objetivo prioritario no es otro que el de potenciar las funciones mantenidas y aportar herramientas y recursos al enfermo que le ayuden a confrontar los primeros déficits detectados. Por consiguiente, desde una perspectiva psicológica, resulta fundamental incluir a la persona afecta en sesiones individuales o grupales de estimulación cognitiva que traten y potencien especialmente los procesos cognitivos básicos (es decir, atención, concentración y memoria) al tiempo que se tratan las consecuencias conductuales y familiares derivadas de este trastorno y que, en la mayoría de los casos, puede estar afectando a la correcta aceptación y adaptación a la enfermedad.

Ejemplo de sesión de estimulación cognitiva

Por otra parte, los trastornos emocionales y, en concreto, los cuadros depresivos suelen ser igualmente definitorios de este primer estadio de la enfermedad. Así pues, los pacientes afectos pueden presentar agitación, alteraciones del sueño, anorexia, bulimia o, incluso, ideación suicida e intentos autolíticos.

El afrontamiento de dichas alteraciones emocionales debe perseguir tres objetivos fundamentales: el mantenimiento de las rutinas diarias que eviten al paciente la vivencia de “ruptura existencial” propia de la enfermedad, la búsqueda de refuerzos efectivos que ,en combinación con un adecuado tratamiento farmacológico, permitan a la persona la experimentación de sensaciones psicológicas y fisiológicas placenteras y , por supuesto, la progresiva aceptación de la enfermedad evitando en todo momento su interpretación fatalista y potenciando la percepción de control y autoeficacia del paciente.

En la fase moderada de la enfermedad, en la que los déficits se han agravado considerablemente y pueden estar afectando significativamente a funciones de reconocimiento, memoria diferida , orientación temporoespacial, lenguaje espontáneo y pensamiento abstracto ( además de otras habilidades motoras y de autogobierno )  la finalidad fundamental será la de tratar de paliar en la medida de lo posible las alteraciones detectadas y , a la vez, potenciar los recursos cognitivos y funcionales aún preservados por el paciente.

Centrándonos en este primer punto y partiendo de las principales alteraciones previamente citadas, cabría destacar las siguientes aproximaciones terapéuticas para su afrontamiento:

Ante los cuadros afásicos (caracterizados por la perseveración en los errores, los neologismos o las respuestas automáticas y estereotipadas) resulta muy útil la aplicación de la terapia lingüística que, además de atender a las dificultades propias de la emisión del habla, pueden ayudar al paciente en la mejora de la anomía así como a aportar coherencia y concisión al discurso.

Por otra parte, en lo referente a los procesos confusionales y las alteraciones mnésicas retrógradas, se hace uso de estrategias específicas como son la terapia de orientación a la realidad o los ejercicios de reminiscencia para la evocación de eventos autobiográficos pasados y el mantenimiento de cierto grado de conciencia personal, espacial y temporal.

Finalmente, en lo que atañe a las alteraciones emocionales, cabe puntualizar que en esta fase puede surgir un aumento de la hiperactividad y la ansiedad que derive en síntomas psicóticos como son las alucinaciones y los delirios. Por ello es especialmente relevante el mantenimiento de los  espacios, pautas y rutinas diarias del paciente (minimizando así el efecto de los factores estresores que dificulten su estabilidad emocional y aumenten la desorientación) así como la administración de un tratamiento farmacológico adecuado y adaptado a las características del paciente (esto es, que confronte la sintomatología anteriormente descrita sin redundar por ello en un empobrecimiento de su capacidad cognitiva, motora o funcional)

Por último, una vez alcanzada la fase avanzada del trastorno, donde todas las funciones del paciente han resultado significativamente alteradas (esto es, pérdida de movilidad y masa muscular, afectación severa del lenguaje y la comprensión, dependencia total para la realización de actividades de la vida diaria y escaso o nulo comportamiento social) las intervenciones psicoterapéuticas resultan mucho más limitadas y se basan esencialmente en la estimulación multisensorial de la persona afecta.

Así pues, definimos esta técnica como la excitación de uno o más sentidos del paciente mediante objetos, formas, colores y sonidos diversos a fin de facilitar la evocación de recuerdos y sensaciones placenteras. Con el fin de potenciar los resultados de dicho procedimiento se han creado las conocidas como “Salas Snoezelen” gracias a las cuales se logra envolver literalmente al paciente con todo tipo de estímulos perceptivos facilitando así su interacción con el entorno y la reducción de alteraciones conductuales , emocionales y estereotipias.

Otra aproximación terapéutica igualmente destacada en esta fase de la enfermedad es la terapia asistida con animales. Por consiguiente, gracias a la interacción y el contacto con dichos animales (usualmente perros)  el paciente logra experimentar sensaciones placenteras, mejorar la atención y la motivación y, en algunos casos, se puede incluso apreciar un ligero incremento de la conducta social y los intentos comunicativos.

En definitiva, desde la perspectiva cognitivo-conductual, el afrontamiento de una enfermedad tan compleja, polisintomática y variable como es el Alzheimer requiere de un análisis y comprensión profunda del trastorno y de las manifestaciones clínicas de la persona afecta, siendo el objetivo prioritario adaptar los recursos terapéuticos, farmacológicos y humanos existentes a la persona y sus idiosincrasias.

Sarah Domenech Castellano
Psicóloga Clínica
Centro Casaverde Guardamar